domingo, 4 de abril de 2021

Renuncio a la indiferencia

Renuncio a la indiferencia

Renuncio a ver la injusticia como algo natural.

Renuncio a que el bien común y la justicia sean dejados en segundo plano y no sean vistos como una prioridad para la creación de políticas públicas.

Renuncio a que los adultos mayores sean tratados como personas que no tienen un aporte que hacer a esta sociedad.

Renuncio a la sociedad adultocéntrica, que no piensa en los niños y su bienestar.

Renuncio a esas personas que consideran que la asesora del hogar realiza “una actividad esencial”, cuando solo representa un lujo.

Renuncio a creer que el sistema de salud chileno es “el mejor de la galaxia”, cuando sabemos que si no tienes previsión privada puedes morir en el intento de obtener un tratamiento.

Renuncio a esas personas que normalizan la objetualización de las personas, que las ven como un medio para alcanzar sus cometidos y se olvidan de la dignidad humana.

Renuncio a aquellos que consideran a los hombres superiores a las mujeres, y que se ven el derecho de decidir normas sociales de cómo debe actuar o no una mujer.

Renuncio al maltrato de cualquier ser vivo en la faz de la tierra, sea persona o animal.

Renuncio a Tinder y mis millones de intentos por hablar con un hombre que no me pregunte: “¿y qué posición te gusta”.

Renuncio a este sistema que nos ha hecho creer que la única forma de alcanzar el éxito está en una carrera universitaria, y que quiénes han aprovechado sus talentos de otras formas son “una excepción a la regla”.

Renuncio a la sociedad que te impone un esquema de vida y una forma de ser feliz.

Renuncio a dejar de intentarlo, a quedarme sentada viendo como la vida pasa.

Renuncio a aquellos que creen que las enfermedades mentales son un invento o una exageración.

Renuncio a las personas que no quieren cuidarse, y por consecuencia no cuidan a los demás (del COVID y de muchas enfermedades más).

Renuncio a dejar de ver las cosas con ojo crítico. 

Renuncio a dejar de intentar de ser un factor de cambio.

Renuncio a la indiferencia.

 

sábado, 3 de abril de 2021

Chile está enfermo.

Chile está enfermo, y grave. Tiene cáncer y necesita una quimio urgente.

La sociedad está enferma de individualismo.

Disculpen si le doy con el tema, pero todavía no me cabe en la cabeza esa falta de realidad con que algunos viven. ¿Alguien me puede explicar por qué este jueves hubo un taco kilométrico en los controles sanitarios? ¿Por qué levantaron este control? ¿Por qué somos tan egoístas?

Entiendo la necesidad de salir de la casa, ya ha sido mucho tiempo encerrados en el mismo espacio. De hecho, en tiempos antes del COVID, yo era de las personas que se arrancaba todos los fines de semana que fuera posible a la montaña o a la playa. A pesar de mi necesidad de salir corriendo lejos de la ciudad, soy capaz de comprender que no debo salir en estos minutos que vive el país, y si yo soy capaz ¿por qué el resto no lo es?

Considero que el hecho de salir de la ciudad en estos minutos en acto de brutalidad contra las otras personas, me explico.

Si uno va a la caleta del litoral probablemente para la señora Juanita, del puesto donde venden las reinetas, será un fin de semana económicamente exitoso. El problema viene después, porque si llegó gente contagiada con COVID, que irresponsable y egoístamente salieron de sus casas, a comprarle a la señora y ella se contagió, esta mujer tiene pocas probabilidades de tener una atención de calidad y oportuna. Probablemente llegue a un hospital regional, donde va a estar sola durante semanas y morirá sola (crudo, pero así es).

Los sistemas de salud de las localidades del litoral central, por ejemplo, no están preparados para la alta demanda que puede provocar la irresponsabilidad de algunos. No hay personal, no hay insumos, no hay, no hay, no hay. Lo que si hay es nuevas y agresivas cepas de este virus, que no solo te provoca un resfriado, sino que te puede llevar a la muerte o dejarte con secuelas de por vida.

Creo que es una muestra de poca humanidad ir a pasearse por las playas y pequeñas localidades sabiendo que el sistema de salud para ellos es precario y no tiene una gran capacidad de respuesta (bueno, en casi ningún lado a estas alturas de la historia).

Las acciones que cometemos no solo afectan a nuestro entorno más inmediato, sino que a todos los que componen en la sociedad en la que vivimos. Pensemos un poco más allá, pensemos en los otros.

En una siesta de cuarentena

En una siesta de cuarentena tuve un déjà vu. Volví a esos tiempos de colegio, la profesora de historia al frente y junto al pizarrón preguntaba: "¿Qué caracteriza a los chilenos?" (Si, “los”, porque antes nadie cuidaba de decir “los y las”). Recuerdo que esperanzadas, jóvenes e ignorantes manos se levantaban para decir: “Que somos generosos”, “que somos solidarios”, “que somos pillos”, “que somos unidos”.

Hoy con 30 años y en un Chile que vive pandémicos tiempos, creo que esa visión juvenil no puede estar más lejos de la verdad. La persona que lee estas líneas podrá decir: “Ya, pero cuando uno está en el colegio no sabe mucho de la vida”. El problema es que esa ilusión es el país en que algunos y algunas viven y de verdad creen que es así, cuando este asiático virus que nos azotado ha dejado de manifiesto que esa no es nuestra realidad (y de la gran parte de las sociedades que habitan este planeta).  

“En Chile somos solidarios porque hacemos ollas comunes”. Valoro el hecho de que exista gente que se organice por aquellos que no tienen comida. Pero ¿por qué vemos como algo positivo algo que es signo de la tremenda pobreza en que vive parte de nuestra población? Las ollas comunes son una práctica histórica en nuestro país que habla de la falta de alimentos, que relata la dura realidad que deben vivir algunas comunidades donde hay que trabajar por la plata del día. Creo que sería más solidario contar con políticos y gobiernos que busquen el bien común, y las condiciones dignas para que toda persona pueda acceder a la alimentación, sin tener que recurrir a la caridad de los vecinos.

“En Chile somos solidarios porque aportamos a la Teletón”. Yo soy de las que hace la fila en el banco porque soy testigo del gran aporte que es esta famosa fundación para nuestra sociedad. Pero ¿por qué un grupo de privados se ha tenido que hacer cargo por años de una función que es del Estado? Hace años que el Estado debería haber tomado un rol activo y haber creado una entidad que se encargue de tratar y acompañar a las personas que tienen alguna discapacidad. No debería depender de cuántos yogurts compramos en una determinada época del año o de las filas que pueda haber en los bancos. Basta de romantizar el hecho de que como sociedad chilena no estamos protegidos en aspectos tan fundamentales como la salud.

 “En Chile somos pillos”. Si nos acercamos al diccionario (y créanme que es un buen ejercicio) encontraremos que pillo es sinónimo de “atrevido”, “descarado”. ¿Por qué nos jactamos de ser pillos? ¿Qué tiene loable mentir en la ficha de protección social para obtener beneficios que no nos corresponden? ¿Qué tiene de bueno postular a becas cuando realmente posees los recursos para costear tu educación? ¿Qué te hace sentir orgulloso del hecho de que engañaste al SII para obtener dineros que no te correspondían? ¿Por qué quieres un aplauso por salir durante la cuarentena con permisos falsos? La famosa “pillería del chileno” solo habla de lo inconscientes y egoístas que somos. La pillería, por definición es un acto infantil que podríamos considerar gracioso; pues no es gracioso que busquemos siempre engañar, mentir, estafar, hacer trampa.

“En Chile somos unidos”. Quisiera informarles que seamos capaces de prender la televisión y la parrilla cada vez que la selección nacional masculina (hay que hacer énfasis en esto, porque hace muy poco que vemos el fútbol femenino con admiración) fútbol juega un partido no habla de un espíritu de equipo ni de unión. Los que probablemente tienen espíritu de equipo son los 11 jugadores que entrenan juntos para jugar un deporte, no el chileno en general. La verdad es que, desde mi punto de vista, tenemos un espíritu individualista. En ocasiones está bien y es correcto pensar en nosotros mismos, pero en la situación mundial y nacional que estamos viviendo se esperaría que tuviéramos un pequeño sentido de comunidad. ¿Qué necesidad había de repletar las caletas y mercados comprando pescado este fin de semana? ¿El pescado es lo único diferente a la carne que existe para comer? “No... si yo vengo, pero me cuido”. Estar en un pasillo aglomerado de personas no es cuidarse, es exponerse. Carretear en una casa llena en pandemia es irresponsable, y me quedo corta con esa palabra. No te debería tocar a ti estar contagiado para entender la necesidad de cuidarnos entre todos. No debería morir tu familiar cercano para que tomes consciencia de lo grave que esta enfermedad. No tendría que salir el personal de salud agotado en la televisión para que tú te quedes en tu casa. Si tienes la oportunidad de poder quedarte en casa, deberías tomarla; no solo por ti, por todos lo que te rodean y viven contigo: tus hijos, tus papás, tus abuelos, tus vecinos, tus colegas.

Como profesora siento que es mi deber observar la sociedad con ojo crítico, porque está en mis manos enseñarle a los niños y jóvenes que no podemos conformarnos con la sociedad en que vivimos y que debemos redefinir lo que entendemos por ser chilenos y chilenas. Construir una sociedad mejor no solo cruza por los cambios políticos que se están gestando en nuestro país. Edificar sociedad es cambiar la forma de ser que tenemos, entender que somos juntos y debemos buscar juntos el bien común y la justicia, porque es la única forma en que tendremos éxito (solo observen el movimiento feminista y como ha visibilizado y luchado contra la violencia de género). El ser humano es un animal social, necesita de la comunidad. Es fundamental que reflexionemos qué estamos haciendo y cómo estamos aportando a cuidarnos entre nosotros y a nuestro progreso.

La pandemia, lamentablemente, ha sido el reflejo de lo peor de nosotros mismos como seres humanos (en Chile y todo el mundo). Tomemos esta oportunidad para ser mejores, para reflexionar y buscar el cambio como sociedad.

 

Renuncio a la indiferencia

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